Invertir en felicidad



En cada empresa la felicidad tiene que ser una inversión.

La felicidad no es un estado, es una actitud y como tal depende de cada uno. Las empresas también juegan un papel importante: pueden y, bajo mi punto de vista, deben favorecer el bienestar de sus profesionales. De hecho, crear felicidad en la empresa permite atraer y retener talentos. Si las empresas presionan a sus empleados, los más talentosos se suelen escapar. En esta época donde los empleados se atreven menos a cambiar de lugar de trabajo, es importante permitir mejorar su actitud, su compromiso, y aumentar sinergias alegres de trabajo.

Fomentar la felicidad en una empresa estimula a los profesionales. Vivimos en un época de cambios, de turbulencias financieras, económicas, sociales. Dicho de otra manera, estamos en un periodo de mucha incertidumbre. Muchas empresas, con “LA” crisis, han ajustado los equipos, hay más tensión, los profesionales están más estresados, “agobiados”… Temen por su puesto de trabajo, no rinden al máximo, no dan lo mejor de sí mismos porque el estrés, en muchos casos, es paralizador.

De una manera general, la dignidad proporcionada por el trabajo nos ayuda a ser felices. Los profesionales no sólo valoran el reconocimiento económico de su trabajo, muchos dan más importancia a la calidad de sus relaciones profesionales, a  desarrollarse profesionalmente, a seguir formándose y sobretodo a disfrutar y divertirse en su día a día laboral. Trabajar con pasión, con alegría, tiene mucho valor; tanto o más que ganar mucho dinero. Además da la fuerza diaria necesaria para aprender y adaptarse a nuevas situaciones. Fomentar el entusiasmo de los profesionales aumenta su compromiso en su empresa cada día. Los profesionales más ilusionados piensan en mejorar su trabajo y superarse. Estos trabajadores son los que tienen que buscar, cuidar y conservar las empresas. 

Valorar a los miembros del equipo como individuos y prestar la atención necesaria a su bienestar es fundamental. Más que nunca, hay que humanizar a los líderes: tienen que ser accesibles, disponibles y atentos. Incluso en tiempos inciertos y de cambios, los pequeños detalles y atenciones de las empresas hacia sus empleados tienen un poder exponencial ya que crean el “buen rollo” necesario para que el talento se desarrolle de forma continua. Un buen líder permanentemente ofrece un feed-back constructivo, ayuda a crecer, decide las direcciones y lo que tiene que desarrollar el equipo y cada miembro. Pero sobre todo, sabe transmitir valores y celebrar los éxitos con su equipo profesional.
También es importante fomentar las buenas relaciones en los equipos de trabajo. Saber escuchar y compartir ideas de los distintos profesionales es indispensable. A parte de coherencia y complementariedad, un equipo tiene que ser cohesivo. Los outdoor training, por ejemplo, son una herramienta poderosa para aumentar el nivel de cohesión del equipo. En estos, el feedback es esencial. Combinan actividades lúdicas con trabajo de desarrollo, reflexión de equipo sobre las actitudes, los roles de cada uno, los puntos a mejorar por ejemplo… Favorecen las relaciones, la colaboración y la comunicación de los miembros, se comparten y gestionan emociones. También fomentan el desarrollo del liderazgo y la participación en el quipo. Permiten crear sinergia positiva en el equipo y estimulan la participación y la creatividad.

Por otra parte, permitir que los empleados se formen es fundamental. Es verdad que tiene un coste económico importante para la empresa: además del coste de la formación propiamente dicho, enviar a una persona en formación supone que no esté trabajando durante este mismo periodo de tiempo, lo que puede ser muy restrictivo en el caso de las PYMES. No obstante, la formación tiene muchos efectos positivos para la empresa: los empleados están más contentos en su trabajo porque se les permite crecer, y además tienen más capacidades para asumir sus responsabilidades e incluso nuevos retos laborales. La formación crea energía positiva: es una de las maneras para estimular el talento. Permite que la gente pueda alcanzar nuevos objetivos. Es capital a la vez para la empresa y para el empleado. Por eso, debe formar parte del trabajo: invertir en formación es, además, invertir en felicidad. 

Es igualmente necesario introducir en la empresa la conciliación familiar así como fomentar la diversidad. Las diferencias no solo tienen que coexistir: tienen que convivir y aprender a conocerse y entenderse. Cada uno, sea quien sea como profesional, e independientemente de su origen, sexo o cultura, para estar motivado, tiene que sentirse reconocido y respetado. 

En resumen, invertir en felicidad tiene múltiples dimensiones: es hacer todo lo que esté en las manos del líder para que “su” gente venga más contenta a trabajar, que piense en mejorar su trabajo, en superarse, que dé una buena imagen y recomiende su empresa. Invertir en felicidad mejora el rendimiento, la productividad y reduce las bajas por enfermedad (muchas veces, la primera razón de una baja tiene que ver con las relaciones jerárquicas). 

Los profesionales, pilares de la empresa, están más ilusionados y comprometidos con el proyecto si el contexto es sano y considerado. Así de fácil…  ¿A qué estamos esperando?

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